¡Hola, mininos! Esta no es una nueva sección ni nada, pero se me ocurrió la otra noche y quería compartir este escrito con vosotros. Espero no aburriros y, quién sabe, a lo mejor compartís algunas de mis experiencias.
Lilly era una niña sonriente, tímida, a la que le costaba horrores hacer amigos y le daba repelús chupar el palito de los helados. No le daba miedo el silencio; de hecho, y de esto no se daría cuenta hasta más adelante, tras varias lunas y errores sabios, el silencio le agradaba y esa es la razón por la que a día de hoy la lectura y la escritura son su pasión. Ella había leído algún que otro libro durante su educación primaria como todo niño. Siempre recordará con una sonrisa en la cara el día en que se decidió a leer Rimas y leyendas porque le picaba la curiosidad, pero no es que le encantase. La lectura, para ese entonces, todavía no había plantado una bandera en su corazón sensible.
Años más tarde, sin embargo, sí lo hizo. Fueron Dana y Kai los que, con la historia más bonita y mágica que ella nunca podría haber imaginado, pisaron con delicadeza, dejando huellas que no se borrarían jamás, y la hirieron en lo más profundo. Debieron de contagiarle una enfermedad crónica, porque desde aquel día Lilly no pudo dejar de pasar páginas como si fueran el aire que respiraba. Y es que tal vez lo sea. Quizá no el de sus pulmones, pero sí el de su mente y su alma. Si de una cosa está segura, y lo cierto es que Lilly es una persona realmente indecisa, es de que necesita libros para ser feliz.
Ese par de enamorados a los que siempre atesorará con mucho cariño no fueron más que el principio de su historia interminable. Junto a Wanda, la extraterrestre, aprendió a valorar a la familia y a luchar por lo que no deberían arrebatarnos nunca. Orwell, con una fecha invertida y cruel, le enseñó desde la distancia lo más oscuro de las personas que sucumben y se rinden ante el poder. Pero ella quería más palabras, más principios y finales, aunque nunca de los que se guardan y se olvidan. Conoció a Lochan, una melancólica extensión de sí misma, y muchas cosas cambiaron. Sufrió con él, derramó lágrimas que no le pertenecían y comprendió lo mucho que pueden marcarte los sentimientos de alguien invisible si se expresan de la forma correcta. Rothfuss, el jardín de las delicias escritas, se convirtió en uno de sus modelos a seguir, ya que no existe arquitecto tan ingenioso, complejo y delicado como él.
La valentía de Augustus y Hazel Grace, las grullas de papel de un dulce lobo llamado Sam, la importancia de las segundas oportunidades gracias a Dickens, la pasión de la inocente valquiria Gúnnr, el amor único y especial que se profesan Elizabeth y Darcy, o incluso las montañas rusas emocionales entre un extraterrestre irresistible y una bloguera muy afortunada. Todos y cada uno de los libros que ha leído forman parte de ella. No importa que las palabras sólo sean eso, letras unidas de forma consecutiva, sonidos ahora ya fosilizados por el colectivo, porque para un lector su valor siempre irá un paso más allá. Si se escriben de la forma correcta, las palabras pueden cargarse de música y mostrarnos lo doloroso que es ese 'tal vez mañana' que nunca llega. Nos engañan, nos seducen, nos arrastran a los confines más ocultos de la literatura, a Ravka, a Velaris, a Hogwarts, a Narnia... Hazte lector, y las palabras se convertirán en el monstruo que viene a visitarte cada día. Hazte lector y entiende que los libros son arte, y que el arte no se supone que tenga que ser bonito: debe hacerte sentir algo.
Lilly nunca dejará que esas primeras huellas que ahora se desdibujan por el tiempo y las nuevas pisadas, se borren. Ella ama la literatura. La vive. La respira. Ella es dueña de su destino, es la capitana de su alma y sabe, sin la menor duda, que le quedan muchísimos viajes por emprender.
¿Y tú? ¿Cuál es tu historia? Os animo a que hagáis vuestro propio #Éraseunavez y me etiquetéis en las redes sociales para poder leerlos, me gustaría mucho.
¡Gracias por leer y besos gatunos!