¡Hola, mininos! Sé que hace un tiempo desde que publiqué la última entrada de esta sección, pero es que como estaba en la recta final del curso no podía explayarme con ciertos temas (nótese que me gusta tomarme mi tiempo). Pues bien, como ya os estaréis imaginando por el título, esta entrada tiene que ver con la televisión, con las series, con la literatura, con los valores y... ¿no os viene a la cabeza una palabra ya? Sí, vamos a hablar nada más y nada menos que de cultura. Ojo, con esto no quiero decir que una persona culta sea mejor que una que no lo es, esa no es mi intención, sólo quería vomitar algunos pensamientos que hacía tiempo que rondaban por mi cabeza.
Todo viene a raíz de que el pasado miércoles 22 de junio, la serie de Antena 3, Vis a vis, llegó a su fin. No estaba programado, de hecho por la cantidad de subtramas que quedaron abiertas hasta alguien que no seguía la serie se hubiese dado cuenta, pero ocurrió. ¿Por qué? ¿Por qué una serie con tanto éxito, por la que incluso ha apostado el Reino Unido al emitirla allí, se ha cancelado? Simple: su éxito no es equiparable al de otras series de dudosa (o no, porque seamos sinceros existen algunas que ni incitan a dudar) calidad. Sorprendentemente, mi indignación alcanzó unas cotas más que considerables, ya que es difícil que yo siga una serie de principio a fin. Esta en concreto había logrado engancharme muchísimo, y contaba con unos giros muy interesantes y con una puesta en escena muy cuidada. Soy del tipo de persona que no sigue series porque, primero, te chupas más horas de anuncios que de serie así que directamente ni veo la tele, y segundo, no las veo por internet porque tampoco me gusta pasar mucho tiempo delante del ordenador y/o portátil.
¿Os habéis fijado en que no suelen hacer nada decente en la tele desde hace años? ¿Que cambias de canal y hay chicas gritándose entre ellas, que cambias de canal y hay oh, sí, chicos gritándose entre ellos? ¿Es que no hay nada más importante que los cotilleos, los engaños entre parejas, las estafas de los políticos o el enseñar cacho y músculo? Sé que más de uno estará pensando en programas de este tipo y lo asociará a un canal en particular, pero yo no estoy señalando a ninguno. Generalizo. Hay excepciones, si no que me lo digan a mí que me encanta Pasapalabra pero oigo Sálvame y ruedo los ojos.
Voy a ir más lejos, a ver qué os parece esto, porque comienzo a pensar que vivo en un reality show y que algún día voy a encontrar una cámara oculta detrás de un arbusto. Me he fijado en que desde hace unas generaciones (al menos donde yo vivo) los niños/as que entran al instituto son abducidos y transformados en versiones grotescas, maleducadas y egocéntricas de ellos mismos; cualquiera diría que el instituto le ha robado los espejos cóncavos al callejón del Gato. He visto cómo vecinas de toda la vida e hijos de amigas de mi madre cambiaban radicalmente cuando pasaban del colegio al instituto. De chicos sonrientes, tímidos, inseguros, inocentes a sarcásticos, provocadores, orgullosos y, lo que más me duele, obsesionados con el aspecto físico. Veo esos chicos por la calle y, ¿a qué me recuerdan? A esos programas de la tele que por enseñar sólo enseñan palabrotas y situaciones absurdas que llegan a dar vergüenza ajena. De nuevo, generalizo, pero me cuesta entender que la presión social sea tan dura como para afectar a la gran mayoría.
¿Por qué no hay programas que promuevan la lectura, el pensamiento crítico o la cultura? Entonces tal vez no tuviéramos pequeñas Barbies y Kens caminando por la calle. Las redes sociales también tienen su parte de culpa, no lo niego, y en muchos casos sólo contribuyen a que estos prototipos que se han creado a la fuerza se hagan virales o trending toppic. He leído en varios medios que se nos acuña como la generación de los selfies, que nos gusta inmortalizar cada uno de los momentos de nuestra vida y compartirlos, que nos gusta llamar la atención. Eso me apena, sinceramente, no porque esté mal que de vez en cuando queramos ser la estrella de la fiesta, sino porque el mensaje que la mayoría grita no va más allá de un mírame, soy guapo/a. Ojo, esto no lo han aprendido solitos; todo se reduce a una cuestión de imitación. Ojalá en un futuro no muy lejano las cosas cambien y la juventud, en lugar de fijarse en estereotipos y contenido televisivo basura, se haga una selfie con el fin de gritar: mírame, tengo algo que decir.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Veis mucho la tele? ¿Os gustaba Vis a vis? ¿También hay extraterrestres que abducen a los adolescentes donde vosotros vivís? ¡Contadme!
Lilly.